Seamos una efímera historia bien contada,
aunque solo sea sobre papel.
Como el cosquilleo de bajar una cuesta inclinada en coche,
o la sensación de llevar el amor atado a tus pantalones.
Yo siempre fui un escéptico en esto del amor,
homicida y un absurdo suicida
que amanecía con la cabeza llena de pájaros y el pecho en ruinas.
Tú, un vendaval que podía con todo Enero,
que por momentos se deja llevar y crea la poesía que entre sus ojos marrones más brilla.
La que se revindica entre rima y rima
y cada paso suyo se convierte en poesía.
Seamos dos. Tú y yo.
Despacio y con prisa. Sin palabras y en silencio.
A veces, dentro de las mareas.
Otras, en contra del viento.
Seamos lo que nunca fuimos, dos personas con el mismo don de la autodestrucción disparándonos como si el asesinato fuera la única opción.
Con una mano en el gatillo.
La otra en el corazón.
Seamos papel, voz.
La letra de una mediocre canción.
Una pareja exaltando la hipérbole del amor.
La más bonita manifestación convocada en la Puerta del Sol.
S-e-a-m-o-s.
Miedo, temor.
A perdernos, los dos solos,
en el huracán de este dolor.
El que lleva a cuestas cada poesía recostada en el rencor.
Quizá deberíamos ser más sentido y menos común.
Lo que sí me queda claro es que somos cada vez menos nosotros,
cada vez más yo.
Cada vez más tú.